Por Carlos Tórtora para el Informador Público
En los próximos días la Presidente firmará el decreto de convocatoria a las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas del 14 de agosto, que según el artículo 20 de la ley 26.571 deben ser convocadas con un mínimo de 90 días de antelación. Debido a múltiples causas, el actual escenario político muestra una clara tendencia a que las primarias no cumplan su objetivo esencial, que es promover la mayor participación de la ciudadanía en la selección de los candidatos a cargos nacionales. La causa de esta inminente frustración es simple: tal como están dándose las cosas, en las primarias no habrá competencia.
Empezando por la UCR, al renunciar días atrás Ernesto Sanz a presentarle batalla a Ricardo Alfonsín, éste se presentará en la primaria como candidato único y con lista única.
Con respecto al kirchnerismo, salvo una sorpresa, hasta ahora todo indica que CFK anunciaría a último momento la aceptación de la candidatura y el aparato oficial convocaría a que sea plebiscitada en la primaria.
Mauricio Macri está a punto de abandonar la candidatura presidencial, pero si no lo hiciera, se presentaría también como candidato único.
Alberto Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde encabezan las dos ramas subsistentes de lo que fue el Peronismo Federal. Pero es dudoso que ambos pacten dirimir la candidatura en una primaria común cuando acaban de protagonizar un divorcio controvertido que les impidió continuar con la frustrada interna adelantada.
Queda Elisa Carrió, que no registra antecedentes de competir en interna alguna de su partido, por lo cual cabe interpretar que en la primaria también será candidata única.
Con este panorama uniforme, el electorado no podrá optar entre candidatos del mismo partido porque sencillamente no los habrá. Al no existir competencia, también desaparece uno de los riesgos más temidos por algunos candidatos: que independientes y adherentes de otros partidos concurran para votar contra un candidato, mediante el apoyo a su oponente.
Qué puede pasar
Si la competencia en los partidos o alianzas queda eliminada de las primarias, cabe preguntarse si las mismas se convertirán en un simple trámite para obtener el piso de votos exigido por el artículo 45 de la ley para poder presentar candidaturas, esto es, el 1,5% de los votos validos emitidos para el distrito de la categoría que se trate. Existe sin embargo la posibilidad de que la primaria adquiera otro sentido y funcione de hecho como una elección general. De ser así, el presidenciable más votado el 14 de agosto ya podría considerarse el seguro vencedor de la elección del 23 de octubre. Ésta corre el riesgo de pasar a ser, entonces, una especie de confirmación de la primaria. Suena a contrasentido, pero es evidente que si la primaria sólo muestra candidatos únicos, su única significación sería funcionar como elección general anticipada.
Con recursos financieros casi ilimitados y habiendo impuesto la ley una irrazonable prohibición para que los partidos contraten publicidad audiovisual en forma privada, tal vez la estrategia kirchnerista apunte a que la Presidente obtenga en la primaria un porcentaje de votos abrumadoramente superior a sus rivales, imponiendo en la opinión pública la convicción de que el comicio del 23 de octubre será apenas un trámite.
Por distintos motivos, la oposición se está privando por su parte del principal argumento que justifica la movilización masiva del voto, que es el incentivo de la competencia.
Buenos Aires es, por su parte, el único distrito electoral en el que se aplicará una ley de primarias, semejante a la nacional. En consonancia, los indicios que se advierten hasta ahora coinciden en que tanto Daniel Scioli como Francisco De Narváez se presentarían en las primarias como candidatos únicos de sus respectivas alianzas. También allí, entonces, podría darse una elección general adelantada.
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