Quebrada de Humahuaca-Jujuy

Quebrada de Humahuaca-Jujuy
El cerro de siete colores, Purmamarca

domingo, 22 de mayo de 2011

La peligrosa apelación de Cristina a la debilidad

La cuestión es, para sus exégetas, determinar si las palabras que la Presidente pronunció esta semana en José C. Paz fueron un estallido de espontaneidad o habían sido cuidadosamente dirigidas a hacer diana en Hugo Moyano. Para otros, en cambio, espontáneas o estudiadas, sus efectos bordearon un límite peligroso . Nadie puede determinar aún si prevalecerá el sentimiento de piedad por la víctima , por la viuda rodeada de acechanzas, o si la opinión pública verá confirmadas las habladurías que ponen en duda la aptitud de Cristina Fernández para sobrellevar durante cuatro años más la carga que el poder trae consigo. En ese sentido, el de la Presidente fue la contracara del discurso de Tilbury, el que desgranó Isabel I, la hija de Enrique VIII y Ana Bolena, cuando ataviada con una túnica blanca y una armadura se paseó frente a sus ejércitos para advertirles que si bien su cuerpo era el de una “débil mujer”, su corazón era el de un rey y más que un rey: un rey de Inglaterra. Elizabeth, Gloriana, Queen Bess, hacía suya la teoría medieval de los dos cuerpos, el “natural”, el del ciudadano común, sexuado y vulnerable, y el cuerpo “político” en el que no se imprimen las marcas de la vejez, ni las huellas de la enfermedad, ni las laceraciones del dolor porque, según explicaba Ernst Kantorowicz en Los dos cuerpos del Rey , el cuerpo del soberano, el “político”, está hecho para liderar al pueblo y administrar el bien común. Por lo tanto, “lo que el Rey hace con su cuerpo político no puede ser invalidado ni frustrado por las incapacidades de su cuerpo natural”.
Cristina Fernández es plebeya y está al frente de una república. Ninguna de las dos cosas habilita, sin embargo, la descarga de fuerte y extemporáneo contenido emocional producida el jueves: Carlos Menem perdió a su hijo en pleno ejercicio de la primera magistratura. El riojano –hay que reconocerlo– jamás convirtió su dolor en argumento. La reciente confesión presidencial de que “yo ya di todo lo que tenía que dar (…) quiero decirles que estoy haciendo un inmenso esfuerzo personal y hasta físico para seguir adelante (…) mis hijos y esta humilde mujer hemos puesto mucho, hemos dado mucho, hemos entregado mucho”, se pareció más a la queja de un ama de casa abnegada que a la reflexión del príncipe. ¿Es eso lo que buscó la Presidente, la piedad y la adhesión del hombre común frente al acoso camionero? ¿Necesita galvanizar sus fuerzas para enfrentar al secretario general de la CGT? ¿O fue, acaso, una pura explosión de angustia ante la proximidad de una zona de turbulencias? Puede que esté en lo cierto Elisa Carrió al prever que, para bien o para mal, ha terminado la etapa de las tribulaciones de la oposición y la que se avecina es la de los conflictos del propio aparato oficialista. “Ahora es Cristina Fernández la que tiene que empezar a decidir –suele sostener la chaqueña– y siempre se pagan costos por las decisiones. Hasta el momento ella ha coaligado por imagen, no por liderazgo”.
Lo que resulta indudable es que hoy la Presidente está en una encrucijada: la sociedad política que formaba con su marido ya no existe y se ha llevado con ella el sistema de decisiones y responsabilidades compartidas. Le queda la “mesa chica”, los funcionarios de extrema confianza. No sustituyen por cierto el rol determinante de Néstor Kirchner , su regente, pero es desde allí que se intenta reemplazar la tosca red de alianzas que el santacruceño tejió con los caciques provinciales y los mandamás de la CGT y capturar para los jóvenes de La Cámpora los principales lugares en las listas bonaerenses.
“Scioli entregó la lapicera”, resumen con resignación en la vecindad de los alcaldes más poderosos. En cualquier caso, la eventual capitulación de Daniel Scioli ante los designios presidenciales no zanja el conflicto en que está sumido el peronismo de la provincia. En medio del duro pulso que mantiene con la Presidente y en lo que muchos interpretan como una maniobra de presión sobre el gobernador, Hugo Moyano, a través de su alter ego el taxista Omar Viviani, hizo saber de sus simpatías por el intendente de Tigre, Sergio Massa. Massa escuchó sorprendido y guardó silencio. El ex jefe de Gabinete ha aprendido a moverse en aguas profundas y debe sospechar que no es bueno levantar el perfil si, en la cima, la litigiosidad es el factor dominante. Un avezado y culto político bonaerense describe la situación recurriendo a un proverbio indio: “Cuando dos elefantes se pelean –cita con un dejo de humor– el que sufre es el pasto”. Es Scioli quien por estos días y pese a la restricción de movimientos ha salido beneficiado del choque del gobierno con su aliado gremial. Por lo pronto, ha citado al Consejo Superior del Partido Justicialista para lo que, se prevé, será una declaración de unánime apoyo a la Presidente y su reelección. Moyano, obligado a concurrir por su condición de titular del PJ bonaerense, sabrá que las miradas y las cámaras estarán clavadas en él. Un ejercicio de humillación planificado que tarde o temprano buscará facturar.
En la capital también es inminente una toma de decisión: el nombre del kirchnerista que compita por la jefatura de Gobierno no será el resultado de las internas abiertas consagradas por la ley electoral (que el mismo oficialismo propició) sino el producto del dedo presidencial. De todas formas, se descuenta que Carlos Tomada no estará en la selección final. La publicación de sus desvastadoras conversaciones telefónicas con José Pedraza luego de la muerte de Mariano Ferreira parecen sellar su suerte, sobre todo si se piensa que fueron difundidas por un medio periodístico de innegable impronta oficialista.
La puja queda circunscripta a Daniel Filmus y a Amado Boudou. El problema no es sencillo: la presidente deberá optar por la razón o por el corazón. Una indica que el nominado debería ser el senador, mejor posicionado en las encuestas; el otro está puesto en el ministro de Economía. De primar la razón, el joven ex integrante del CEMA podría proyectarse a la vicepresidencia de la Nación. El que suponga que estas alquimias no esparcen esquirlas ni dejan heridos, se equivoca. La Presidente lo sabe bien: nada es más movilizador que el despecho. A eso le teme.
 
 

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